KHÔRA

Khôra (Chora; griego: χώρα). “Lugar”, “sitio”, “receptáculo”, “matriz”.

No es ni activo/a ni pasivo/a, ni bueno/a ni malo/a, ni vivo/a ni muerto/a, ni presente ni ausente, no tiene un sentido, una esencia, una identidad.

Khôra es otra cosa.

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Khôra cuestiona la necesidad de la creación, revelando el camino, a través del cuerpo, de un impulso que da vida a un movimiento en busca de su forma. Es la expansión del instante en el que una intuición ilumina la noche del cuerpo, un viaje al interior de la materia que muestra la energía que está contenida en el momento en el que emerge el impulso que precede al movimiento, cuando de un magma informe de posible inconsciente surge una intención.

Khôra es la materia primordial, un magma informe, inmerso en un espacio y un tiempo sin fronteras ni límites, atravesado por un aliento y animado por una vibración que precede a la música articulada y que la mantiene en un estado de ebullición continua.

Foto: Alain Moïse Arbib

En esta obra, el cuerpo es una materia sensible, viva y en constante cambio. Las fronteras de la forma del cuerpo caen para dar paso a la esencia pura del movimiento. No se busca la perfección sino la exaltación de lo informe como un estado en perpetuo cambio, como el movimiento de un cuerpo que tiene la capacidad de crear una forma como todas las formas. El espacio actúa sobre la danza que lo habita, el cuerpo se modela y modela, al mismo tiempo, los volúmenes que lo rodean.

Contrabajos y didjeridoo son la energía que fluye a través de la materia sin forma. La vibración de la música resuena con la experiencia corporal del movimiento y esculpe la materia a través de su presencia real en el espacio, arrancándola de su inercia para revelar su vitalidad y posibilidades internas.

Concepto, coreografía e interpretación: Angela Babuin

Dramaturgia: Francesco Callegaro

Contrabajos: Louis Galliot, Alessandro Nobile, Marco Quaresimin

Didjeridoo: Emmanuel Soubirant

Diseño de sonido y luces: Marco Melchior 

Foto: Alain Moïse Arbib